Cambio y valores
colectivos en la narrativa de dos escritores peruanos:
Julio Ramón Ribeyro
(1929-1994) y José Hidalgo (1937- )
Patricia Goitia Lebo
University
of Texas at Austin
Patricia Goitia Lebo (Piri).
Mother, wife, poet, writer, student, and freelance translator. Born in México City. Educated in Lima,
Peru. After two years at the
Universidad Católica she leaves on a sabbatical that takes her around the
world to Austin where she now lives with her husband, Bo, and two sons,
Nickolas and Michael. Presently
writing thesis for M.A. in Spanish
Literature at the University of Texas.
Finalist Concurso Ricardo Palma of the Instituto de Cultura Peruano in
Miami, 1996 and 1998. Publications
include Tenemos Razón: Crítica feminista y siglo dieciocho. Mester. UCLA. 1999. Milagros. Dactylus.
University of Texas at Austin.
No. XVII. May 1998; Cuentos de amor y otros animales. TROPOS.
University of Michigan. May 1997; «El reloj de arena» de Quevedo. El Cid. The Citadel. Charleston, South Carolina. Fall 1997; Ecléctica. UFLR. University of Utah. Salt Lake City. May 1997. |
Extracto Cambio y valores colectivos en la narrativa de dos escritores peruanos: Julio Ramón Ribeyro (1929-1994) y José Hidalgo (1937- ) Antonio
Cornejo Polar ha insistido en la pluralidad de la cultura peruana, su
realidad múltiple; sin embargo, también ha enfatizado su totalidad. Esta totalidad histórica, concreta,
conflictiva, está hecha de las contradicciones entre sus clases, entendidas
en la inclusión de etnicidad. En las
narraciones de dos escritores peruanos, José Hidalgo y Julio Ramón Ribeyro,
encontramos la interrelación, en la que insiste la estructura Althuseriana,
de las diferencias de clase en una sociedad en formación en la cual los
sistemas, luchas, pasiones y experiencias pasadas siguen repercutiendo en el
presente. La necesidad, que varía
según el nivel alcanzado por el individuo en las diferentes capas de
producción económica, pugna por arrebatar un ámbito de libertad. La transgresión ocurre en todos los niveles
pero el lector no reacciona de igual manera ante la misma. La ironía es el instrumento empleado por
los autores para mostrar, siguiendo la definición de Northrop Frye, la
tragedia desde abajo, dese el punto moral y de la perspectiva realista de la
experiencia. El
propósito de este trabajo es tripartito.
Primero muestro que esta totalidad y pluralidad se reflejan claramente
en la narrativa corta de dos escritores peruanos, José Hidalgo y Julio Ramón
Ribeyro. El análisis de sus obras nos
permite observar un paralelismo en cuanto a valores que identifican la
colectividad masculina, valores que
trascienden la división de clases y denuncian una totalidad. Segundo, pongo en evidencia el impacto que
el cambio de estructuras sociales y políticas tiene sobre diferentes grupos
humanos de la costa peruana. Finalmente
expongo cómo a través de la ironía estos autores revelan las contradicciones
sociales de la miseria humana para militar (aunque no abiertamente) por la necesidad
de una reforma social cuya base sería moral. Encontramos
pues que el propósito de estas narrativas de cruda exposición de la realidad
es más que didáctico, militante. A
través de sus narrativas, Ribeyro e Hidalgo no sólo exponen los aspectos negativos
del proceso de cambio modernizante y la forma como la heterogénea sociedad
peruana ha recibido los ideales democráticos y los modos de producción
capitalista, sino que exponiendo valores colectivos, llaman la atención a las
contradicciones que anulan la utopía con el fin, tal vez también utópico, de
movilizar cambios positivos. |
Extracto
Pluralidad y totalidad de la cultura
peruana
Etnia en el concepto de clase
Sinopsis de cambios del Perú de
Ribeyro e Hidalgo
Impacto del cambio de estructuras
sociales y políticas
Sentimientos de frustración frente a
los cambios sociales y políticos
Valores de identificación de la
colectividad masculina
Contrastes descriptivos de riqueza y
pobreza
Estados de ambivalencia ante valores
tradicionales
Frustración frente a resultados de
cambios sociales y políticos
Necesidad de transgredir valores
tradicionales
Cohesión colectiva ante cultura de
la pobreza
La ironía como instrumento literario
Realismo militante
Necesidad de reforma social
La moral en base a la
reforma social
...Amarás
a tu prójimo como a ti mismo. Mt.19:19
Antonio Cornejo Polar ha insistido
en la pluralidad de la cultura peruana, su realidad múltiple; sin embargo,
también ha enfatizado su totalidad. En La cultura nacional: problema y posibilidad, nos advierte del
peligro de atomizar la cultura “como si cada una de sus manifestaciones fueran
entre sí totalmente independientes”. (21). Señala que la pluralidad de la cultura y la
literatura peruana con sus muchas variantes puede ser explicada en la historia
social del Perú. Añade que esta
totalidad histórica, concreta, conflictiva, está hecha de las contradicciones
entre sus clases; y que siendo muchas sus clases, hay una pluralidad de clases,
pero una sola sociedad (22). Es
necesario subrayar aquí la inclusión de etnicidad en el concepto de
clases. Gabriel Escobar en su estudio
sobre la organización social y cultural del sur del Perú pone énfasis en la
gran variación referente a las capas sociales, sus diferencias étnicas, y a las
posibilidades de movilidad vertical entre ellas, desde la clase baja o
indígena, hasta la clase alta o blanca.
De interés especial en este estudio será la clase que Escobar llama
marginal o emergente, compuesta preponderantemente de hombres de clase más baja
que están en proceso de incorporase a la clase chola, y cuyas ocupaciones van
desde comerciantes hasta rateros y mendigos en los centros urbanos. (194)
El propósito de este trabajo es
tripartito. Primero quiero mostrar que
esta totalidad y pluralidad se reflejan claramente en la narrativa corta de dos
escritores peruanos, José Hidalgo y Julio Ramón Ribeyro. El análisis de sus obras nos permite
observar un paralelismo en cuanto a valores que identifican la colectividad
masculina, valores que trascienden la
división de clases, y denuncian una totalidad.
Segundo, intento poner en evidencia
a través del análisis de estas narrativas el impacto que el cambio de
estructuras sociales y políticas tiene sobre diferentes grupos humanos de la
costa peruana. O como señala Gabriel
Escobar, la manera en que estos cambios llevan a la expresión de sentimientos
de frustración. Frustración que se debe
a que los individuos no han podido encontrar “racionalizaciones de los cambios
en términos de sus valores personales y de identificación con su grupo y su
localidad.” (175). Finalmente
quiero explorar como a través de la ironía estos autores exponen las
contradicciones sociales de la miseria humana para militar (aunque no
abiertamente) por la necesidad de una reforma social cuya base sería
moral. Northrop Frye nos dice que la
ironía en la pluma de algunos autores revela la tragedia desde el punto moral y
realista de su experiencia en lo que él llama la fase del realismo más
explícito y sincero. John Goode’s en “George Gissing’s The Nether World ”[1], habla de una
cultura de la pobreza y no de una clase social. Para él, la única esperanza de mejora se encuentra en el
mejoramiento de los valores morales. (191)
Las obras tanto de Ribeyro
(1929-1994), como de Hidalgo (1937-), empiezan a publicarse en los años
sesenta. Ribeyro ha sido identificado
principalmente como cuentista aunque incursiona también en el campo de la
novela, el ensayo y el teatro. Sus
obras incluyen La palabra del mudo (1973, 1977, 1992), cuatro volúmenes
que reúnen sus cuentos; sus novelas, Crónica de San Gabriel (1960), Los
geniecillos dominicales (1965), Cambio de guardia (1976); Prosas
apátridas (1975, 1978, 1986), es una colección de textos breves de gran
variedad temática; La caza sutil (1976), es una colección de
ensayos; Vida y pasión de Santiago
el pajarero se distingue entre sus obras dramáticas. Efraín Kristal ha dicho que “Ribeyro es
quizás el autor peruano que mejor ha explorado la experiencia de aquellos
miembros de la antigua clase latifundista que ha perdido su poder político y su
influencia personal al hacerse obsoleto y arcaico el orden económico y
sociopolítico que la sustentaba.”[2]. La obra de José Hidalgo incluye poesía, Voz
nuclear (2do premio en los Juegos Florales Universitarios de la Universidad
Mayor de San Marcos, 1961), y El Reino del Gran Curaca (premio Abraham
Valdelomar, 1985); cuentos, Muñeca de trapo (premio Juan Volatín, 1967),
y Cuentos al pie del mar (premio Cantuta de oro, 1967); tres novelas, Panconté
(premio Universo, 1973), Las Cometas del paraíso de los suicidas (premio
“José Gálvez Barrenechea, 1980) y La paraca viene del sur (premio
Cristóbal Colón, 1989.
El Perú de Ribeyro e Hidalgo pasa
rápidamente de manos de una oligarquía a un sistema social con gobernantes de
transición, a un gobierno militar revolucionario (1968) en el que se dan
numerosas reformas. La costa que
comprende sólo el 12% del área geográfica del país, alojaba al 39% de la
población nacional. Miles de indígenas
y mestizos empezaban a migrar a la costa atraídos por la industria de la
construcción y la pesca. Entre 1963 y
1968 el Congreso da leyes que cambian sin precedente la vida del país. Se instituye la educación pública gratuita
desde kindergarten hasta la escuela primaria en una sociedad en la que la mitad
de la población es funcionalmente analfabeta.
Se multiplican las unidades públicas de vivienda. Se dan programas de reforma agraria. Aumentan los impuestos y los servicios
públicos. El espíritu de
industrialización es empujado por las fábricas de ensamblaje de
automóviles. Para 1970, 3.25 millones
de hectáreas (8.12 millones de acres) han sido expropiadas. De setiembre de 1972 a abril de 1973 El Niño
desvía los peces de la costa peruana. Un
40% de las divisas extranjeras provenía de la industria pesquera. Para contrarrestar la crísis, en octubre de
1972, el gobierno prohibe la exportación de productos pesqueros para evitar
multas por incumplimento de contratos. En
1973 se nacionaliza la industria pesquera bajo un monopolio del estado.
En esta sinópsis de cambios vemos
que éstos van a afectar el total de la sociedad peruana, desde su clase más
baja o indígena hasta la más alta o blanca.
Las reformas van a remodelar la estructura económica, política y social
del país. A pesar de las intenciones de
crear justicia social y borrar las diferencias económicas tan marcadas en la
sociedad peruana, éstas se acentúan. Las
clases más afectadas son los extremos bajo y superior, especialmente en las
zonas urbanas de la costa. La clase tradicional
pudiente es desplazada por un nuevo grupo que ostenta el poder económico a
través de actividades comerciales e industriales. Las clases marginadas se ven aún más empobrecidas por su
incapacidad de incorporarse efectivamente al nuevo orden de producción
económico.
Panconté de José Hidalgo, nos muestra el despertar de un
sector social marginado, adolescente y malnutrido, a la necesidad de
transgredir los valores tradicionales que hasta entonces la mantenían
subsistiendo pasivamente. Vemos en Panconté
que estos valores arraigados en las creencias religiosas del cristianismo son
irónicamente expuestos como falacia por los mismos que adoctrinan. En Una
medalla para Virginia de Julio
Ramón Ribeyro, una adolescente descubre que las mismas figuras patriarcales que
para ella representan los valores morales, son quienes los menosprecian. En Los
gallinazos sin plumas Ribeyro nos
enseña los extremos de la infracción. El
personaje marginado pero en posición de autoridad llega a tal degradación que
explota a los suyos, quienes terminan permitiendo en un acto pasivo la muerte
de su opresor. El embarcadero de la esquina de
Ribeyro nos presenta a la clase que ha adquirido el poder económico
quebrantando valores en su procuramiento.
Al mismo tiempo vemos que es el marginado del grupo quien reconoce estos
valores.
Es especialmente en El embarcadero de la esquina y en Panconté donde encontramos los
elementos de identificación de la colectividad masculina, elementos que a pesar
de las contradicciones de clase trascienden las divisiones sociales y
económicas apuntando a la totalidad de la sociedad.
Algunos lugares comunes de la
colectividad masculina son el consumo de alcohol, los burdeles, y los
encuentros sexuales. En Panconté,
encontramos el burdel al cual el adolescente lleva a los extranjeros. Aunque por ser menor de edad no tiene acceso
directo, reconoce el papel importante que tiene en la comunidad masculina. Al burdel se añade el alcohol como
actividades negativas (y practicamente exclusivas de los grupos masculinos) que
llevan al uso irresponsable del dinero por los padres de familia en detrimento
del bienestar de la mujer y los hijos. Generalmente
el hombre abandona a la mujer cuando sale encinta para dedicarse a la bebida, y
buscar la convivencia con otras mujeres:
En la clase
chola ya existe el “standard doble” de actitud del varón, combinado con la idea
de su “destino” que tienen las mujeres cholas:
el amor es romántico mientras dura el cortejo y termina muchas veces con
la posesión. Una vez que la mujer está
en cinta, es abandonada por el hombre...
(Escobar 225).
Panconté nunca
conoció a su padre. En las
conversaciones que tiene con su amigo Tiburón y en las preguntas que sobre su
padre hace a su madre tenemos exactamente la situación que describe Escobar:
...¡Qué
pobre ni que ocho cuartos, Panconté!
...boyante de plata, prendía cigarros con billetes de quinientos, tres,
cuatro mujeres, cierrapuertas de cantinas y burdeles, pero cuando la mujer o
los hijos le pedían algo, ni mierda que les daba... (75)
En cambio, en la
clase alta limeña, la capacidad monetaria permite todas estas actividades sin
detrimento económico de la familia. Escobar
dice que:
El patrón de “standard
doble” en la calse alta es tan pronunciado como en la calse media, pero las
mujeres tienen mayores medios y canales para neutralizar su efecto... la mujer espera menos fidelidad del hombre
que la mujer de clase media... (224)
En la reunión de los ex alumnos, de El embarcadero de la esquina de Ribeyro, los caballeros empezaron a
hablar
... de cosas
serias. Cada cual era el más grande Don
Juan de la tierra. El Judío Errante
daba ocho seguidos, Molina tenía la más joven amante, el coronel Becerra
conocía el mejor burdel de Lima, el vocal Leguía había cerrado una boîte en
Pigalle y el arquitecto Linares sostenía que le medía treinta centímetros. (513)
Después de comer
y tomar en el restaurante, siguen la fiesta en el bar del Country Club, y
terminan en el burdel para cerrar la noche.
El uso de dicterios también es común
a los grupos masculinos de ambas clases.
Cabe apuntar que si bien su uso no se excluye totalmente del habla
femenina, los dicterios son menos crudos y no proliferan en las conversaciones
entre mujeres. Es más, tienen tal vez
menor uso entre las mujeres de las clases más bajas o indígenas. En conversaciones entre Panconté y sus
amigos vemos muchas expresiones como:
“...que no quede ni mierda de esta arañalucachachuchaesumadre!“ (106). En la conversación entre los ex-alumnos
encontramos que: “Los carajos de Pata
de Mula abrieron las puertas de la imitación y sigueron los putas, mierdas,
cojudos, cagadas, pichulas.” (513)
Otro elemento común de
identificación de la colectividad masculina lo encontramos en los apodos. En la mujer son más comunes los diminutivos
y los apelativos generales a todos los nombres como Chayo por Rosario, Toña por
Antonia, etc. Los sobrenombres de los
muchachos, en contraste, hacen referencia a valores y preocupaciones
escenciales de los grupos. En el caso
de Panconté, las “chapas” de este grupo de adolescentes de clase baja y
pobrísima, se refieren principalmente a una carencia alimenticia o identifican
aquello que el muchacho recibe como alimento en su casa. Así tenemos Panconté, Caldosolo,
Palo’echifa, Comegato, Alambrito, Comecuantoái etc. Incluso el apodo del grotesco jorobado, viene del símil entre su
físico y el nombre de platillos populares:
–Oyeoye, ¿por qué le dicen Menú al jorobado!
–¿Cómo? ¿No sabes?
¡pues, porque tiene el pecho relleno... y el lomo saltao! (92)
En el El embarcadero de la esquina, los alias del grupo que celebra una
reunión de ex alumnos, reflejan el holgado estatus económico y la actividad
intelectual. El Judío Errante se
refiere a las actividades de compra y reventa de chocolates que el estudiante
practicaba en la escuela. Pata de Mula
alude a la los goles de media cancha de su dueño. Poeta, a su actividad literaria.
La escuela es también un lugar de
identificación masculina compartida. Este
centro es importante pues conjuntamente con la educación formal, los valores
morales y sociales son recibidos, y al mismo tiempo digeridos
colectivamente. En su estudio
sociológico, Escobar nota que uno de los factores que dificultan la
movilización social de las clases bajas hacia los status de clase media o alta
se encuentra en el profesorado.
En el caso
de los maestros de clase media, las actitudes de clase iniciales se refuerzan
sobre todo a base de la imputación de falta de inteligencia y voluntad de
aprender de los educandos de clase baja y más baja, y de la dificultad que
tienen de comprender las circunstancias impuestas por las diferencias reales y
aparentes. (203)
“Dracula” es el apodo del Profesor
Villalta en Panconté. El maestro
de primer año de secundaria “era de Lima, pues, así lo había dicho él desde el
primer día de clases.” (43). “Entraba
como si no hubiera nadie, como moviéndose en una habitación vacía.” (64).
Su actitud de superioridad con respecto a la falta de inteligencia de
los alumnos queda claramente expresada en su respuesta a Panconté:
“¿Y-y-yo...yo...señor?”
... “Sísí, usted, ¿en qué está
pensando, ah? ¿en los huevos del gallo
o en la inmortalidad del mosquito?”, había dicho Drácula con su voz
inconfundible, haciéndolo sentirse estúpido.
(86)
En contraste, las anécdotas
escolares relatadas por los ex alumnos de una escuela privada limeña en El embarcadero de la esquina apuntan al sentimiento de superioridad o
igualdad de los alumnos hacia el profesorado.
—Bueno, ese día que hicimos
llorar al hermano Buenaventura. Alguien
le colgó en la espalda una foto de Dorothy Lamour vestida de tahitiana. ... Cuando se dió cuenta ya estábamos en la
parroquia. Le entró tal rabieta que se
echó a llorar y se fue corriendo al colegio con la falda de su sotana en las
manos. Debajo tenía unos pantalones
morados. (511)
En ambos textos encontramos la
infracción de reglas por el cuerpo docente, pero la transgresión beneficia en
un caso a estos últimos, en otro al alumnado.
En la escuela rural y pública a la que asiste Panconté, los inspectores
de disciplina reciben dinero de los estudiantes para obviar tardanzas y borrar
inasistencias. El sistema está tan
establecido que desde principio de año “ya se había acordado con los
inspectores un fondo común que se entregaría a fin de año.” (62).
Cuando un incidente confronta a los estudiantes y al director sobre esta
práctica, el director se solidariza con sus inspectores, los estudiantes
amenazan huelga, el director los insulta y los arroja de su oficina. Con el tiempo la práctica del chantaje
vuelve a ser la misma. En cambio, en la
escuela privada limeña del cuento de Ribeyro vemos como el profesor del coro
coloca, disimulados entre los alumnos, curas con buena voz. Durante la representación pública, una banca
se rompe descubriendo a los curas “con sus partituras en la mano y fue un
escándalo grandioso, la sala se mataba de risa.” (512).
Empezamos a ver las contradicciones
a las que se refiere Miguel Giusti cuando modifica la metáfora “alas y raíces”
de Octavio Paz en “alas y raíces rotas” para referirse al caso del Perú:
Una
raigambre comunitaria que nos identifica socialmente y puede incluso movilizar
nuestro compromiso moral en momentos de crisis...
...alas
rotas porque hemos vivido, seguimos viviendo en realidad, el proceso de la
modernización más por el lado de sus perjuicios que del de sus beneficios. Nuestra asimilación del potencial
democrático liberal y del modo de producción capitalista ha estado siempre
ligada a procesos sociales contradictorios en los que difícilmente podría
reconocerse la utopía igualitaria propagada por aquel paradigma. (92-93)
Las contradicciones entre las clases
bajas y altas son patentemente manifiestas en estas narraciones. En Panconté como en Los gallinazos sin plumas, vemos el
hambre, la pobreza extrema arrimada a la modernidad y la riqueza que disfruta
la clase pudiente expuesta en Una medalla
para Virginia y El embarcadero de la esquina.
En Los gallinazos sin plumas
dos hermanos viven con su abuelo en un corralón (terreno vacío) entre
las casas de las clases media y alta. El
abuelo paupérrimo, viejo y con una pata de palo, tiene un cerdo al cual engorda
para vender. Efraín y Enrique salen
todas las mañanas, como muchos otros indigentes, con sus latas o cajas a
esculcar los basureros de los ricos en busca de sobras de comida para el cerdo
de Santos, el abuelo. Como el chancho
engordara y necesitara más alimento, el tío los manda al muladar:
Visto desde
el malecón el muladar formaba una especie de acantilado oscuro y
humeante... sintieron un olor
nauseabundo que penetró hasta sus pulmones.
Los pies se les hundían en un alto de plumas, de excrementos, de
materias descompuestas o quemadas... Después
de una hora de trabajo regresaron al corralón con los cubos llenos. (23)
Desde entonces van al muladar tres veces a la semana y
Pronto formaron parte de
la extraña fauna de esos lugares y los gallinazos, acostumbrados a su
presencia, laboraban a su lado, graznando, aleteando, escarbando con sus picos
amarillos, como ayudándolos a descubrir la pista de la preciosa suciedad. (23)
Panconté en la novela de Hidalgo
vive en los alrededores de Paracas, un balneario donde la gente rica está
construyendo sus casas de veraneo, y donde está el lujoso y costoso Hotel de
Paracas. Panconté comparte con su madre
un rincón del terreno en que una de estas familias pudientes construye su
casa. Al igual que los habitantes del
corralón limeño, su vivienda es una precaria construcción de esteras y
calaminas sin techo efectivo. La madre
de Panconté recibe una miseria de los dueños por cuidar el sitio en
construcción. El pueblo pesquero
afectado por la reforma pesquera y la corriente del niño, padece de
hambre. En la casa de Panconté ya no
hay pan. El adolescente piensa en lo
que pasaría si sus compañeros supieran que en su casa ahora sólo se toma té:
¿Y si me vieran ahora
los muchachos... toda la gallada del
barrio Miranda, así sólo con té, sin pan?
Seguro que me la cambian [la chapa].
Tesinpán, seguro. Eso es: me dirían Tesinpán. (69)
Los adolescentes
de San Andrés son conscientes de la importancia que tiene la alimentación para
el normal desarrollo físico. Los amigos
de Panconté le aconsejan robar si es necesario:
¡Puta que si es pesao
con eso del desarrollo!... Pero tiene
razón, dicen que el desarrollo jode y que hay que papear duro porque si no uno
se friega de la caja... métele más
merco Panconté me dice... más alpiste
si no te vas a cagar... ¿Y? ¿qué quieres que haga, Tiburón? ¡Roba aunque sea! ¡roba! ¡no seas
huevón! (74-76)
En contraste, en Una medalla para Virginia y El
embarcadero dela esquina tenemos
descripciones de lujos y abundancia:
Desde el
atardecer la casa del alcalde estaba iluminada. Ya las buenas familias de Paita circulaban por los salones
buscando qúe beber o dónde sentarse... (Una
medalla 358)
Fueron
bajando de sus automóviles... haciendo
tintinear entre sus manos las llaves de sus vehículos. (El embarcadero 509)
...el
menú: sopa de golondrinas, wantán
frito, camarones en salsa agridulce, pavo laqueado, cerdo con tallarines
chinos, mucho arrroz chaufa y vino a granel.
(511)
Esto fue
motivo para que cada cual hablara de su casa.
Linares contó cómo la había construido, cuántas piezas tenía, donde
había comprado la mayólica de los baños y las alfombras de las salas. Pata de Mula describió su piscina y su
jardín, el coronel Becerra su garaje y su bar, el Judío Errante la ruta que
siguió el marmol de Carrara para llegar a su vestíbulo y escaleras. (514)
En las narraciones de Hidalgo y
Ribeyro encontramos la interrelación, en la que insiste la estructura
Althuseriana, de las diferencias de clase en una sociedad en formación en la
cual las estructuras, luchas, pasiones y experiencias pasadas siguen
repercutiendo en el presente. La
necesidad, que varía según el nivel alcanzado por el individuo en las
diferentes capas de producción económica, pugna por arrebatar un ámbito de
libertad. La transgresión ocurre en
todos los niveles pero el lector no reacciona de la misma manera ante la
misma. La ironía es el instrumento
empleado por los autores para mostrar, siguiendo la definición de Northrop
Frye, la tragedia desde abajo, dese el punto moral y de la perspectiva realista
de la experiencia. Esta ironía enfatiza
la humanidad de sus héroes, vanaliza el sentido ritual de lo inevitable en la
tragedia, provee explicaciones sociales y sicológicas para las catástrofes, y
presenta la miseria humana en lo posible como eludible e innecesaria. Esta fase de la ironía es según Frye la fase
del realismo más explícito y sincero. (237). Veámos como un incidente trivial adquiere
una significación que en términos realistas está en desproporción con el hecho
mismo (Higgins17).
Virginia en Una medalla para Virginia, es de clase humilde. Su padre no avanzó socialmente como otros de
su tiempo que se convirtieron en alcaldes y notables. Virginia salva la vida a la esposa del alcalde al sacarla del mar
donde se ahogaba. El alcalde da una
fiesta para honrarla. La adolescente
Virginia no entiende el motivo de tanta fiesta ya que para ella es lo más
natural sacar del agua a una persona que se está ahogando. En cambio el alcalde lamenta a Virginia que
su mujer no se ahogara:
...¿por qué tenía que
estar ayer en el muelle?, ¿por qué tenía que estar justo en ese lugar?
—Si no hubiera estado,
su mujer se hubiera ahogado.
—Se hubiera ido al fondo
del mar, ...este señor sería un hombre feliz... Claro, usted no sabe lo que es vivir veinte años al lado de una
persona a la que no... Bueno la quise
al comienzo...se marchitó tan rápido, se volvió fea, egoísta, vulgar... La noche es tan bonita,... y usted es tan,
tan... ¿me promete que vendrá algún día al huerto a recoger un poco de
fruta? (343)
Los ex alumnos de El embarcadero de la esquina necesitando realizarse en su círculo social
han quebrantado valores:
Cuando los
quince pasaron de la vereda al luminoso bar tuvieron oportunidad de observarse
mejor y se sintieron reconfortados... Por
una especie de selección natural estaban allí reunidos los que desde temprano
bajaron la cabeza y embistieron, adelante, que se quite todo el mundo de mi
camino, hasta llegar a ser lo que representaban: los caballeros. (510)
En el cuento
sabemos que los caballeros están donde están porque sin escrúpulos mintieron,
robaron, aprovecharon sus influencias, etc., para enriquecerse a través del
sistema, es decir infringiéndo y evitando ser legalmente criminales. Sin embargo, uno de los estudiantes, el
poeta Angel Devoto, venido a menos por una muerte que eventualmente lo lleva al
alcoholismo, recuerda a sus amigos de escuela, los ahora caballeros que lo
desprecian:
... vio a Pata de Mula
robándole un soldado de plomo el día que lo invitó a jugar a su casa, al
coronel Becerra metiéndole la mano cuando en la clase de gimnasia terminaban la
prueba de salto alto, a Manolo sacando del alma de su corbata un papelito con
todas las fórmulas durante el examen final de química... (519)
Pero nada de esto tenía importancia
porque ahora tenía dinero para seguir bebiendo porque él “poeta pobre mendigo,
sediento, frágil, [estaba] cegado por el resplandor de su sabiduría.” (519)
Esclavizado por su necesidad de beber, el poeta seguía sin embargo, fiel
al valor de su arte.
En contraste a la forma en que el
grupo de caballeros menosprecia y rechaza al poeta, en Panconté
encontramos una chocante, cruda e irónica escena de cohesión colectiva. Caldosolo va a morir por transgredir el acto
que da vida. Durante un encuentro
sexual practicado por los muchachos con la Llorona (vendedora de leche), en la
oscuridad de los camerinos del balneario, es picado por una araña lucacha. Los compañeros que esperaban turno quieren
ayudarlo a no morir. Uno dice que ha
oído que comer caca humana es un antídoto.
Como no encuentran excremento por ninguna parte, los chicos se bajan los
calzones y tratan de proveerlo. Por fin
Palo’echifa logra eliminar. Caldosolo
cuyo apodo denota su condición malnutrida come caca para no morir, pero termina
perdiendo la vida:
Comía para
no morir... Comía para vivir... En él resucitó voraz el flagelo del
hambre. Y por supervivencia, por
mirarse un día más, palparse, sentirse, hablar, respirar, una hora, un segundo
más, comía, comía. Hasta acabar...
Luego
entendimos que era mejor ocultarle nuestra angustia, y cada uno de nosotros y a
un mismo tiempo, repetía en sus adentros:
“No te mueras, hermanito no te mueras, come come, no hagas caso, come.”
Consolándolo,
consolándolo, lo fuimos llevando. Lo
lavamos en el chorro de la ducha. Nos
mojamos. Y recién sentimos el olor del
excremento del flaco Palo’echifa.
Pero, al día
siguiente a la medianoche, Caldosolo se murió... Lloramos. Juramos
matarlas, arrancarles las patas una a una, chancarlas a pedradas exterminarlas
de los cuartos del malecón. (105)
Efraín y Enrique, en Los gallinazos sin plumas, han enfermado y no pueden abastecer a
Pascual, el cerdo, que engorda su carne y su apetito. No obstante su debilidad por la falta de alimento, la enfermedad,
y el maltrato brutal del abuelo, los hermanos muestran su condición humana
recogiendo un cachorrito malnutrido con el cual se encariñan
entrañablemente. Santos frustrado por
no poder procurar alimento para Pascual sacrifica al perrito al apetito voraz
del cerdo. Cuando Enrique confronta al
abuelo en la puerta del chiquero el abuelo pierde el equilibrio y va a caer
dentro. Enrique ve la oportunidad de
escapar. Con sus pocas fuerzas escapa
llevándo a su hermano en brazos:
El abuelo no
respondía... Desde allí Enrique observó
al viejo que, erguido como un gigante, miraba obstinadamente el festín de
Pascual... (28)
—... ¡Pronto,
Efraín! ¡El viejo se ha caído al
chiquero! ¡Debemos irnos de acá!
—Adónde —preguntó
Efraín.
—Adonde sea, al muladar,
donde podamos comer algo, donde los gallinazos!
—¡No me puedo parar!
Enrique cogió a su
hermano con ambas manos y lo estrechó contra su pecho. Abrazados hasta formar una sola persona
cruzaron lentamente el corralón. Cuando
abrieron el portón de la calle se dieron cuenta que la hora celeste había
terminado y que la ciudad, despierta y viva, abría ante ellos su gigantesca
mandíbula.
Desde el chiquero
llegaba el rumor de una batalla. (29)
Antonio Cornejo Polar, en Sobre literatura y crítica latinoamericanas, nos dice que la literatura es signo que
inevitablemente remite a categorías que la exceden: al hombre, la sociedad, la historia. Añade que la literatura es
producción social, parte integrante de una realidad y de una historia nunca
neutrales. (14). Ahora la historia del
Perú es la historia de la conquista y de la introducción de la ética
cristiana. Jameson, citando a Nietzche,
nos recuerda que es la ética misma el vehículo ideológico que legitimiza las
estructuras concretas de poder y dominación.
(114). Escobar nos dice que
desde la epoca colonial, el estatus social ha estado vinculado al sistema de
economía dominante y a las organizaciones políticas y religiosas. (146)
La mujer de clase baja en el sur del país es profundamente religiosa,
devota y supersticiosa. (227). Sobre el cambio y los valores nos informa
que a pesar de la tendencia a conservar los valores que refuerzan el estatus
quo, los cambios que ocurren en la sociedad producen estados de ambivalencia
respecto a los valores tradicionales. (175)
La madre de Panconté representa
estos valores tradicionales arraigados en la religión cristiana. Panconté no quiere robar a pesar del hambre
y las insistencias de sus amigos que robe para comer. La imagen de su madre, a quien respeta y quiere enormemente, se
interpone entre su necesidad de comer y la tentación de aunarse a los
compañeros que violan los autos nuevos que llegan al lujoso Hotel de Paracas:
...¡Roba no seas huevón
roba!... la voz alharaquienta... ¡Cosas robadas no! ¡Robadas no, te he dicho!
la voz que sale de un rostro de mujer cansada... la voz que sale de una
construcción y lo persigue... y le
hablaba en forma invariable de lo mismo, como si se tratase de una moraleja
que, aunque no venía al caso, parecía propicia, pues de sus agrietados labios
brotaban la honradez las rectas acciones, pedíanle que siempre él fuese un
hombre bueno hasta que la voz temblaba, y aparecía Dios censurando a los
ladrones, persiguiéndolos, atrapándolos, metiéndolos en las cárceles, en el
infierno; (78-80)
No,
no lo haría. Aún cuando luciera
irresistible en su diseño aerodinámico.
(81)
Pero la ambivalencia que el
adolescente experimenta va a resolverse en el salón de clase. El profesor de religión ha escrito en la
pizarra los pecados capitales y le ha preguntado el significado de la quinta
transgresión: la gula. Panconté no ha podido contestar porque el
significado del pecado no tiene lógica y el proceso lento de una gran
revelación lo deja sin habla. Mudez que
el profesor interpreta como ignorancia.
Castiga al alumno con una mala nota a la que añade preguntarle si está
pensando en los huevos del gallo o la inmortalidad del mosquito para hacerlo
sentirse estúpido. Panconté cree que su
madre, ignorante en casi todo, podrá descifrar el significado de esta palabra
ya que se trata de religión, y su madre es la religión. Pero su madre no sabe y cuando Panconté le
explica, ella simplemente responde que no sabía que eso era pecado:
Drácula
Villalta dice que, por eso, los romanos construían compartimentos especiales
donde iban a vomitar para seguir comiendo, los romanos... creo que estaría bien, en vez de cuartos de
lucachas de mierda, cuartos especiales para vomitar, para que toda la gente
baje por las gradas de la glorieta y forme largas colas delante de ellos y se
meta los dedos en la garganta, o más elegantes todavía, con plumas de pelícanos
y gaviotas, cosquillitas suaves y barriga vacía para volverla a llenar, sí eso
debía ser. Comegato comiendo gato hasta
reventar muchos gatos... yo —no, no, yo no sino Polloentero— con mi pollo
enterito, enterito, con molleja y tripas y todo. El viento, en eso, sopló más fuerte, levantando volutas de arena,
remolinos donde giraban ramas secas y pedazos de papel y donde decían que
bailaba el diablo, que había que hacer tres cruces con la mano para
ahuyentarlo. (149-150)
Para quien toma té sin pan la gula
se convierte en la realidad de la transgresión masiva que tiene lugar a su
alrededor en esa comunidad dividida como el sendero, que bifurcado desde la
Cruz de la Playa, es ya estrecho y arenoso, ya ancho y asfaltado.
[Tres muchachas del
colegio de monjas] Pasaron junto a él, sin mirarlo, ...los helados
derritiéndose en sus bocas. Uno de cada
color para cada muchacha. Vainilla. Fresa.
Chocolate. Recordó el sabor del
chocolate, vago y raro, el apunte en la pizarra, el orgullo la fresa, la
lujuria, el chocolate, la envidia, la vainilla, la gula la gula ¡la fresa!
Volvió con ira,
despiadado, la cara al mar. Y en el
mar, ahogándose, el sol teñía a la isla mayor, isla de Sangaya, de un delicioso
color de fresa intenso...
—Una montaña de fresa
—dijo—. De fresa fresca —continuó.
Y mirándola con avidez:
—...¡de helado!
—concluyó.
Y decidió aguardar
paciente, resignado, a que llegara el momento propicio.
Porque más tarde lo
haría.
Sí. Lo haría.
Ascendería con todo su
desquite reprimido, sin inhibiciones, chupándose los dedos, con la boca hundida
en ella, hasta la misma cara, el vestido gastado, los cabellos, sus zapatos, en
la caída profunda de la noche, con los ojos dormidos y los pájaros abriéndole
las alas en el sueño largo y las velas apagadas en su cuarto. . . .(150-151)
Desde la Cruz de la Playa el rostro
sin cuerpo del crucificado contempla las arañas lucachas de la opresión
obligando a sus víctimas a comer miserias y a morirse. Hasta que los sobrevivientes cansados de
llorar, un día, decidan “matarlas, arrancarles las patas una a una, chancarlas
a pedradas, exterminarlas” en una
revolución.
Jameson nos dice que cuando la
noción de pueblo empieza a tomar connotaciones de clase, deviene fatalmente
relacional, y atrae a su campo de representación aquellas otras clases sociales
que la definen por contraste, y con las cuales se encuentra explícita o
implícitamente en pugna. Retomando la
idea de John Goode[3] y aplicándola a la clase
marginada de estas narrativas, vemos que efectivamente, no se trata de una
clase social sino de una cultura de la pobreza en la cual el único villano real
es el hecho objetivo de la carencia. La
paradoja ha sido expuesta. La única
esperanza para el bienestar de estas clases es un mejoramiento de los valores
morales, pero esta mejora no es posible debido a que las fuerzas económicas a
las que estan sujetas predetermina su baja calidad moral.
Vemos pues como totalidad y
pluralidad se reflejan en estas narrativas.
Observamos valores que identifican la colectividad masculina y
trascienden la división de clases y sus etnias. Apreciamos como el cambio de estructuras sociales y políticas
afecta los diferentes grupos, y la manera en que éste conlleva
frustración. Finalmente consideramos
como a través de la ironía, los autores denuncian la miseria humana y sus
causas en la desvalorización moral con raíces en la carencia económica. El propósito de estas narrativas que podrían
llamarse naturalistas por su cruda exposición de la realidad es, en mi opinión,
más que didáctico, militante. A través
de sus narrativas, Ribeyro e Hidalgo no sólo exponen los aspectos negativos del
proceso de cambio modernizante y la forma como la heterogénea sociedad peruana
ha recibido los ideales democráticos y los modos de producción capitalista,
sino que llaman la atención a las contradicciones que anulan la utopía con el
fin, tal vez también utópico, de movilizar cambios positivos.
El
rico y el pobre se encuentran;
A
ambos los hizo Jehová. Pr. 22:2
Alisky,
Marvin. Peruvian Political
Perspective. Temple:
Center for Latin American Studies Arizona State University, 1975.
Cornejo
Polar, Antonio. Sobre Literatura y
Crítica Latinoamericanas. Caracas: Ediciones de la Facultad de humanidades y
educación de la Universidad Central de Venezuela, 1982.
— La Cultura Nacional: Problema y posibilidad. Lima:
Lluvia editores 1981.
Escobar,
Gabriel M. Organización social y
cultural del sur del Perú. México
D.F.: Instituto Indigenista
Interamericano, 1967.
Ferreira,
César. Los legados de Julio Ramón
Ribeyro. Asedios a Julio Ramón
Ribeyro. Lima: Fondo Editorial de la Pontificia Universidad
Católica del Perú, 1996. (95-101)
Frye, Northrop. Anatomy of Criticis. Four Essays. New Jersey: Princeton
University Press, 1957.
Giusti,
Miguel. El comunitarismo: ¿“Enemigo
principal” del liberalismo? hueso
húmero. Lima: Mosca Azul Editores. 31, Dic. 1994. (83-94)
Hidalgo,
José. Panconté. Lima:
Editorial Universo S.A., 1974.
Higgins,
James. Cambio Social y Constantes
Humanas. La narrativa corta de Ribeyro. Lima:
Fondo Editorial de la Pontificia Universidad Católica del Perú, 1991.
Jameson, Fredric. The Political Unconscious. Ithaca:
Cornell University Press 1981.
Ribeyro,
Julio Ramón. El embarcadero de la esquina.
Cuentos completos.
Madrid: Alfaguara, 1994. (508-522)
— Los gallinazos sin plumas. Cuentos
completos. Madrid: Alfaguara, 1994. (21-29)
— Una medalla para Virginia. Cuentos
completos. Madrid: Alfaguara, 1994. (335-343)
Cornejo
Polar, Antonio. Nuevo Cuento Peruano. Lima:
Mosca Azul Editores, 1984.
— Literatura y sociedad en el
Perú. Lima: Mosca Azul Editores, 1982
Cornejo
Polar, Jorge. El desarrollo de la narrativa.
Runa. Lima: Revista del Instituto Nacional de
Cultura. Agosto-Octubre 1977 (10-12).
Franco,
Jean. Plotting Women. Gender and
Representation in Mexico. London:
Verso, 1989.
Hidalgo,
José. Cuentos al pie del mar. Lima:
Universidad Nacional de Educación, 1968.