Los procesos de privatización en América Latina
1. Introducción
Este artículo analiza las causas que han impulsado la política de privatizaciones en América Latina, las ventajas e inconvenientes de dichas privatizaciones y sus efectos macroeconómicos. Ofrece, además, un panorama de las fases y del contexto económico en que se han producido y de las tendencias futuras. Sin embargo, no se recogen aquí los importantes cambios habidos en las doctrinas económicas, ni las contribuciones de economistas y políticos en el campo teórico.
Los procesos de privatización en América Latina se iniciaron a mediados de los años setenta en Chile, con anterioridad a los llevados a cabo a partir de 1979 en Gran Bretaña por Margaret Thatcher, si bien las primeras privatizaciones chilenas, realizadas por Pinochet, fueron una reacción a las expropiaciones realizadas por el gobierno de Salvador Allende. En los demás países de América Latina, las privatizaciones se iniciaron de una manera masiva y exitosa a finales de la década de los años ochenta, como un elemento más de un nuevo modelo económico, que sigue vigente y que surgió para dar respuesta a los problemas de estancamiento económico y de deuda externa que tenía la región.
Este nuevo modelo se basa en una fuerte apertura de la economía al exterior, con rebajas arancelarias y mayor competencia internacional, un creciente papel del mercado en la economía, una mayor eficiencia de las empresas, estabilidad macroeconómica (a través del control de la cantidad de dinero), reforma en los mercados de factores (laboral y financiero) y mejora en la financiación exterior. Se están sustituyendo, además, los instrumentos tradicionales de intervención económica que venían utilizando los gobiernos (reglamentaciones, subsidios y monopolios estatales) por marcos regulatorios precisos y eficientes con objeto de garantizar el funcionamiento del mercado.
Estas reformas estructurales realizadas en Latinoamérica han impulsado amplios programas de privatizaciones. Así, en el período 1990-97, se realizaron novecientas privatizaciones que han supuesto unos ingresos en las arcas públicas de 100.000 millones de dólares. Estos ingresos han representado, como media, en torno al 1% del PIB regional, el doble que el promedio de otras regiones. Latinoamérica es la región que más empresas estatales ha vendido en el mundo desde que la ex primera ministra Margaret Thatcher comenzara con las privatizaciones en Gran Bretaña, a mediados de la pasada década. Latinoamérica supera así a la Vieja Europa y a Asia en cuanto a número de empresas vendidas, con más de la tercera parte de los procesos de privatización que se han realizado en el mundo en los últimos doce años.
Se pueden observar, en la actualidad, tres tendencias en materia de privatización en América Latina. La primera es que hay nuevos sectores que se están privatizando, la segunda es la aparición de nuevos actores y la tercera una mejora en la calidad de los procesos de privatización.
Comenzando por los nuevos sectores, todos los países de la región han recorrido ampliamente lo que se denomina la primera ola del proceso de privatización, es decir, la privatización de las empresas típicamente comerciales. Se ha producido, en segundo lugar, la apertura al capital privado en el área de infraestructuras: puertos, aguas, aeropuertos, carreteras, sector eléctrico, telefonía, etc. Por último, está surgiendo una nueva fase del proceso de privatización que abarca los sectores sociales como son los fondos de pensiones, salud y educación. Se trata de nuevas formas de participación del capital privado en esos sectores que por supuesto tienen importantes diferencias con las infraestructuras y las empresas comerciales, pero donde hay grandes posibilidades para el sector privado. Tal vez la más destacada y con más éxito hasta ahora sea los fondos de pensiones, que a su vez crean un inmenso potencial de crecimiento de las privatizaciones en otras áreas. Por tanto, y en términos de sectores, la privatización se está expandiendo considerablemente en la región en esos tres campos, con formas distintas de participación del sector privado a ritmos en algunos casos bastante intensos o acelerados.
En segundo lugar, hay nuevos actores; ya no son solamente los gobiernos nacionales los que están privatizando, también los gobiernos a nivel subnacional, Estados, municipios, provincias, dependiendo de la figura jurídica que en cada país exista, están emprendiendo estos procesos de privatización. Se trata de una faceta más de un intenso proceso de descentralización que se está dando en la región, mediante el cual muchas actividades que hasta hoy estaban en manos del Estado central están siendo transferidas a los gobiernos regionales, que, a su vez y en algunos casos, prefieren transferir esas actividades directamente al sector privado.1
Existe en tercer lugar una tendencia a una mayor calidad en los procesos de privatización. Las privatizaciones hoy en América Latina responden más a una concepción distinta del Estado que a una necesidad fiscal y eso es un hecho profundamente positivo ya que no es una respuesta a una crisis fiscal de corto plazo, sino una nueva visión del Estado que en vez de crear dificultades al sector privado abre oportunidades y define reglas de juego que permiten su participación.
NOTAS
1. En España, en cambio, mientras el Estado está madurando y privatizando su sector empresarial, las Comunidades Autónomas y los Entes Locales no sólo no privatizan sino que se dedican a crear empresas públicas.