Catolicismo y Democracia: La Iglesia Chihuahuense en el Proceso de Cambio Político en la Ultima Década

Silvia M. Benard

Directora del Centro de Investigaciones y Estudios Multidisciplinarios de Aguascalientes, A. C.
Investigadora del Instituto Cultural de Aguascalientes

(Se agradecerán sus comentarios y críticas. Favor de dirigirlas a Silvia Bénard, CIEMA, Colón 443, Barrio del Encino, Aguascalientes, Ags. 20240, México. Tel. y Fax (49) 15-7468. email: SBENARD@SPIN.COM.MX)

Prepared for delivery at the 1995 meeting of the Latin American Studies Association, The Sheraton Washington, September 28-30, 1995

INDICE

INTRODUCCION 3

UNA IGLESIA CATOLICA ORGANIZADA Y EN MOVIMIENTO 4

LA DEMOCRACIA POLITICA: UNA PERSPECTIVA ECLESIATICA 7

En México no hay Democracia 8

Definición de la Democracia 9

Pugnar por la Democracia desde la Iglesia 9

Relación entre la Iglesia y los Partidos Políticos 10

LA VISION DE LOS PARROCOS 11

EL QUEHACER DE LOS CATOLICOS EN LOS COMICIOS 12

La Iglesia de la Región Norte 13

De Vuelta a los Laicos 16

Los Procesos Electorales después de 1986 18

CONCLUSIONES 19

BIBLIOGRAFÍA 22

CATOLICISMO Y DEMOCRACIA:

La Iglesia Chihuahuense en el Proceso de Cambio

Político en la Ultima Década.

Silvia M. Bénard

INTRODUCCION

El objetivo de este trabajo es analizar el papel del catolicismo en el proceso de cambio político que se ha dado en el estado norteño de Chihuahua en, aproximadamente la última década. Este proceso que enmarcamos a partir de los conflictivos procesos electorales que se suscitaron en 1983, alcanzaron su punto más álgido en 1986 y, finalmente, llevaron a una administración de origen panista en 1992.

Se parte de la conclusión de un estudio de mayor alcance[1] que sustenta el argumento de que sí se ha dado un proceso de democratización en el Chihuahua contemporáneo, aunque éste ha sido limitado, no ha tenido una trayectoria lineal, ha presentado muchas contradicciones y se ha desarrollado de manera desigual en las diferentes subregiones de ese estado norteño. Los cambios recientes en el tejido social chihuahuense y en su cultura política indican que, independientemente de que el Partido Revolucionario Institucional, el Partido Acción Nacional u otro partido político gane las elecciones, los gobernantes del pueblo chihuahuense tendrán que estar mucho más dispuestos que antes a responder a las expectativas de los electores.

El argumento que sirve de punto de partida para esta reflexión particular en torno al papel del componente religioso, es que el catolicismo ha sido, en efecto, un elemento positivo en el proceso de construcción de la democracia en Chihuahua.

Para realizar este análisis es necesario, en primer termino, conocer el contenido de la perspectiva eclesiástica sobre la democracia. En segundo termino, hay que preguntarse cuales son las razones que en un momento dado la han llevado a tomar una posición positiva en torno a la defensa de los derechos políticos y, consecuentemente, a realizar algún tipo de acción social en la pugna por la existencia de procesos electorales competitivos.

Además, es importante evaluar la capacidad de la iglesia católica -- vis-a-vis otras organizaciones o actores del tejido social en su conjunto -- para promover cambios tendientes a la democratización del país y qué matices toma ese proceso cuando, como en el caso chihuahuense, cobra presencia el componente religioso católico.

La relevancia teórica que puede tener esta reflexión se enmarca en la discusión en torno al papel de la religión, particularmente la católica, en los procesos políticos tendientes a la democratización en el México contemporáneo. Así, esta reflexión se inscribe en una discusión teórica más amplia que intenta dirimir el papel del catolicismo en el proceso político que Samuel Huntington ha llamado, con fortuna, la tercera ola democratizadora en el mundo contemporáneo.[2]

El presente ensayo se ha organizado de la siguiente manera. En el primer apartado se presenta una breve revisión de la historia contemporánea de la iglesia católica en su región norte; posteriormente planteamos -- basándose en documentos de esta iglesia -- la concepción que tenía la jerarquía eclesiástica sobre la democracia política y el grado y las formas de participación que considera legítimas para alcanzar la democracia en México; el tercer apartado se refiere a la concepción en torno al tema que tienen los párrocos de Chihuahua; posteriormente se hace un recuento tanto de las formas de participación como de la diversidad de actores sociales al interior de esta iglesia (jerarquía y cuadros eclesiales)[3] durante los conflictos electorales; finalmente se presentan una serie de conclusiones.

UNA IGLESIA CATOLICA ORGANIZADA Y EN MOVIMIENTO

A principios de los ochenta, los conflictivos procesos electorales chihuahuenses se encontraron con una iglesia católica capaz de participar en las movilizaciones que, junto con amplios sectores de la población, demandaban elecciones competitivas.

En estos años la jerarquía eclesiástica de Chihuahua tenía, al parecer, una visión lo suficientemente uniforme respecto a la cuestión democrática como para hacer un planteamiento conjunto en contra de lo que ellos mismo denominaron sistema de un sólo partido. Los párrocos, en general, aceptaban las lineas obispales y las difundían entre sus fieles; y las organizaciones de laicos, grupos bien organizados y con una fuerte presencia en la iglesia chihuahuense, se tornaban en redes organizativas claves para instrumentar medidas de presión encaminadas a evitar el fraude electoral.

Esta identificación de la jerarquía eclesiástica, los cuadros eclesiásticos y la feligresía en general -- tanto en su convicción en torno a la necesidad de contar con elecciones competitivas como en el imperativo de tener una amplia participación en las movilizaciones en favor de este tipo de elecciones -- se dio, en gran parte, gracias a que, al interior de la iglesia y con una gran participación de los laicos, se había realizado un impulso persistente y vigoroso en las áreas de pastoral social, catequesis y evangelización.

Una revisión de la historia contemporánea de la iglesia de Chihuahua se hace indispensable para explicar su inminente presencia en los movimientos electorales. Brevemente, podemos caracterizarla de la siguiente manera.[4]

Tanto el arzobispo de Ciudad Chihuahua, Adalberto Almeida Merino, como el obispo de Ciudad Juárez, Manuel Talamás Camandari -- fuertemente influenciados por los cambios al interior de la iglesia católica tanto del Concilio Vaticano II, como de la CELAM -- se orientaron en la década de los sesenta, hacia una pastoral social con un explícito compromiso social con los pobres y "especialmente rica por la participación activa de laicos, Religiosas y sacerdotes" (Colaboraciones, 1989:6).[5]

Esa linea pastoral sufrió algunas transformaciones importantes en la década de los setenta. A finales de esa década, el arzobispo Almeida y el obispo Talamás, distanciándose de los planteamientos de la Teología de la Liberación, promovieron transformaciones importantes en su linea de pastoral social.

En 1975, el alto clero chihuahuense se proponía emprender una nueva evangelización más integral, donde participaran todos los miembros de la iglesia, obispos, presbíteros y laicos, con una programación bien diseñada en un periodo de tres años.

Según el documento publicado en Colaboraciones de la revista Christus (1989), con esta nueva linea pastoral en la arquidiócesis de Chihuahua:

Se despertó el sentido bíblico a través de la difusión de la palabra de Dios, en Círculos Bíblicos, Grupos de Reflexión y Comunidades de Base. . . Se promovieron y formaron los Consejos de Pastoral Parroquial en buen número de parroquias. Se reforzaron las Comisiones Diocesanas, principalmente la de Evangelización y Catequesis. Se intensificaron las Visitas Pastorales a las parroquias. Se elaboraron diseños para evangelizar, teniendo mucho auge el de Catequesis de Primera Comunión en Familia (p. 7).

Tres años después, esto se consideró insuficiente y se planteó la necesidad de lograr una evangelización integral. Para lograrlo se planteó formar cuadros con una amplia capacidad para analizar la realidad social a través del manejo de técnicas y de elementos de las ciencias sociales.

Una propuesta importante fue la creación de una amplia estructura para formar evangelizadores en esta perspectiva y cuya primera tarea fuera hacer estudios socio-religiosos en toda la región para atender de manera mas eficaz a la feligresía y planificar mas adecuadamente las actividades pastorales (Segunda Carta Pastoral, "Formación de Evangelizadores"; y Notidiócesis, abril 16, 1977).

Fue alrededor de esas fechas en que surgió el Movimiento de la Renovación en el Espíritu Santo (1974).[6] La arquidiócesis y la diócesis de Juárez aceptaron a este movimiento como parte de la estructura eclesiástica.

Al principio de su formación, este movimiento -- también conocido como carismático y que en Ciudad Juárez tenía una fuerte presencia de jóvenes, quienes habían sido partidarios de la teología de la liberación y formado parte de los cuadros eclesiásticos -- buscaba tener una posición de compromiso social. Sin embargo, en la década de los ochenta esta tendencia perdió fuerza ante el nuevo discurso de la diócesis y ante los nuevos grupos carismáticos, los cuales estaban más ligados a los sectores medios y altos de la sociedad local.

El movimiento carismático en 1984 quedó adscrito al Sistema Integral de Evangelización (SINE), que aunque con un enfoque diferente, no dejó de tener una proyección política importante. Tal como lo dice Muro, "Si anteriormente las preocupaciones sociales de la estructura eclesiástica se centraban en pugnar por la justicia social, en la década de los ochenta, lo hizo en la responsabilidad cívica" (1994:152).

La linea pastoral de preocupación por la justicia social continuó en las zonas rurales y la periferia de las ciudades. El ejemplo más evidente fue el de Cuauhtémoc con el sacerdote Camilo Daniel Pérez, aunque no dejó de ser una tendencia marginal. En Chihuahua y Juárez predominan las organizaciones eclesiásticas de sectores medios.

En septiembre de 1985 apareció la Tercera Carta Pastoral, "El proceso evangelizador y su organización". Esta tuvo su mayor impacto en las áreas de Liturgia, Catequesis y Pastoral Social. De estas cabe destacar que, en el área de catequesis, se logró la formación de pequeñas comunidades cristianas según distintos diseños: Sistema Integral de Evangelización (SINE), Nueva Imagen de Parroquia (NIP) y Comunidades Eclesiásticos de Base (CEB) (Christus, 1989:7).[7]

La base fundamental del Sistema Integral de Evangelización (SINE) es lo que se llamó la "pequeña comunidad", esto es, un centro de acción a partir de asambleas semanales de oración; además, sus miembros podían escoger un día a la semana para reunirse en casa, en grupos más pequeños y homogéneos para orar y edificarse mutuamente; así, poco a poco, el grupo formaría una comunidad pequeña o iglesia doméstica.

Las pequeñas comunidades son diferentes de la CEBs., confrontan y cuestionan menos a la jerarquía y tienden a permanecer al margen de las organizaciones populares. Así, activados en pequeñas comunidades, numerosos grupos de sectores medios y altos, fueron parte importante de las bases de las organizaciones promotoras de la movilización social con una orientación política diferente.

Los grupos carismáticos fueron reubicados en la estructura eclesiástica (1983), a partir de entonces el SINE los integra de lleno a las actividades pastorales, al menos en la diócesis de Ciudad Juárez. Uno de los principales organizadores locales, el sacerdote Gustavo Fong (en ese tiempo párroco de la Sagrada Familia), fue quien más dinamizó la acción cívica de esos grupos. En una colonia habitada por alrededor de 60 o 70 mil personas pertenecientes a sectores empresariales y de clase media, su parroquia se tornó en el centro cohesionador multitudinario, al agruparlos en pequeñas comunidades. Siguiendo los cursos de evangelización impartidos en la parroquia, muchos de los líderes de las pequeñas comunidades se proyectaron en la vida política local. Con una generación de personas entre 30 y 40 años, en estos grupos, surge el liderazgo laical de la diócesis y el liderazgo de la organizaciones cívicas (Muro, 1991:248).

En conclusión, la iglesia católica en Chihuahua realizó una gran labor de organización y de orientación de su pastoral. Esto le permitió erigirse como una organización con dos características fundamentales: 1) una fuerte cohesión interna en torno a su postura respecto a la participación política y 2) una red organizativa capaz de servir como soporte para la instrumentación de las formas de participación correspondientes. Veamos ahora en que consistió la participación de la iglesia en los procesos electorales.

LA DEMOCRACIA POLITICA: UNA PERSPECTIVA ECLESIASTICA

Con motivo del dinamismo que empezaron a tener los procesos electorales en Chihuahua a principios de los ochenta, la jerarquía eclesiástica de la región norte hizo del conocimiento de la opinión pública su postura en torno al tema. Los obispos de la región norte emitieron exhortaciones, cartas, sermones dominicales, y editoriales en periódicos y revistas locales haciendo explícita su postura en torno a la cuestión democrática. Con base en estas declaraciones, podemos delinear la visión de la democracia política tal como la entendía la jerarquía eclesiástica chihuahuense.

En México no hay Democracia.

La jerarquía eclesiástica de Chihuahua argumenta que en México no hay democracia. Y fundamenta su postura en hechos tales como que el PRI manipula a los campesinos, a los obreros y a los burócratas, situación que reprueba por ser una "presión indebida (amenazas, despidos, afectación de sueldos, dádivas, etc.) que se les haga a los ciudadanos por parte de cualquier institución, para obligarlos a votar por determinado partido o candidato" (Votar con responsabilidad, 1983:5).

Un giro importante de la perspectiva de la jerarquía eclesiástica en torno a la democracia, es la relación que establece entre ésta y la corrupción. En el documento Coherencia Cristiana en la Política,8 la iglesia de la región norte plantea:

"La corrupción que se ha apoderado desde hace tiempo de las instituciones, se debe primeramente a la resistencia que se tiene para abrirse a una sincera y auténtica democracia.

La falta de democracia en un partido revela la voluntad decidida de ejercer el poder de una manera absoluta e ininterrumpida. Y el poder absoluto, en manos humanas, necesariamente limitadas, lleva inexorablemente a la corrupción." (p. 7).

"En la base, pues, de la corrupción que afecta al país, está una corrupción mayor, que es el fraude electoral.

Este no sólo se manifiesta en la falsificación de votos, sino en todas aquellas medidas reprobables que conducen a cargar el resultado de las votaciones en favor de un partido, por encima de la libre elección de los ciudadanos". . . (p. 8).

Tal relevancia otorga la jerarquía de la región norte a la democracia que, afirma: "un voto consciente, libre, respetado y mayoritario, puede llegar a cambiar radicalmente la fisonomía de nuestro país" (Almeida, 1983:1).

Otro elemento importante de la concepción eclesiástica en torno a la democracia es el que criticó al gobierno mexicano por suponer que el electorado no estaba suficientemente maduro para decidir qué es lo mejor y así justificar su monopolio de poder (Coherencia cristiana en la política, 1986:9).

Definición de la Democracia

Según el documento Votar con responsabilidad, el criterio cristiano respecto a la forma en que deben tomarse las decisiones en una democracia, implica "la igualdad de todos los ciudadanos, con el derecho y el deber de participar en el destino de la sociedad, con las mismas oportunidades, contribuyendo a las cargas equitativamente distribuidas, y obedeciendo a las leyes legítimamente establecidas" (p. 11).

Siguiendo los planteamientos del Concilio Vaticano II, Coherencia Cristiana en la Política plantea que "es perfectamente conforme con la naturaleza humana que se constituyan estructuras político-jurídicas que ofrezcan a todos los ciudadanos, sin discriminación alguna y con perfección creciente, posibilidades efectivas de tomar parte, libre y activamente, en la fijación de los fundamentos jurídicos de la comunidad política, en el gobierno de la cosa pública, en la determinación de los campos de acción o de los límites de las diferentes instituciones, y en la elección de los gobernantes" (p. 6). Así, es un deber de todo ciudadano católico votar en las elecciones (Votar con responsabilidad, 1983:6).

Y más aun, "(l)a participación de los electores no se agota con la acción de votar. La misma acción de votar requiere de una formación crítica de la conciencia para analizar las situaciones, los partidos y los programas. Pasadas las elecciones deben seguir participando, haciendo respetar su voto en los comicios contra posibles fraudes; orientando, mediante consultas públicas, el ejercicio de los funcionarios elegidos y, si el caso lo amerita, denunciando y destituyendo, mediante procedimientos legales, a los funcionarios que hayan traicionado las expectativas de los electores (Votar con responsabilidad, 1983:7).

Pugnar por la Democracia desde la Iglesia

Existen una serie de medidas que se consideran legítimas para que la iglesia pugne por la instauración de un régimen democrático. El documento Coherencia cristiana en la política sostiene que "El Concilio Vaticano II exhorta a los cristianos a luchar con integridad moral y con prudencia, no sólo contra la injusticia y la opresión, sino también contra la intolerancia y el absolutismo de un solo hombre, o de un solo partido político" (p. 5).

Así, en el documento Votar con responsabilidad, se invita a los fieles a que las orientaciones planteadas en este documento "sean estudiadas diligentemente, de preferencia en grupos organizados para tal efecto por las Parroquias, Movimientos y Organizaciones Apostólicas de la Arquidiócesis, antes de las próximas elecciones" , y pide a los sacerdotes a que ayuden a los votantes a reflexionar sobre lo expuesto en el texto y a que respeten cualquier opción que ellos tomen.


Relación entre la Iglesia y los Partidos Políticos.

Tanto los documentos de los obispos como sus declaraciones públicas son muy explícitos en cuanto a que la iglesia no se inclina a favor de ningún partido político de oposición. Lo que la jerarquía plantea son algunos lineamientos generales que deben servir de base para definir la filiación de los laicos.

En el documento Votar con responsabilidad, se platea lo siguiente:

"El católico debe preferir aquellos partido que busquen, no un simple reformismo, sino "cambios profundos en las estructuras, que respondan a las legítimas aspiraciones del pueblo hacia una verdadera justicia social" (p. 30) (teniendo en cuenta que) "este cambio necesario de las estructuras sociales, política y económicas injustas, no será verdadero y pleno, sino va acompañado por el cambio de mentalidad personal y colectiva" (p. 10).

Para definir a que partido pertenecer o por cual votar, el documento sugiere que se esté pendiente de ideologías incompatibles con la fe cristiana, las cuales son el liberalismo capitalista, el colectivismo marxista y la ideología de seguridad nacional. Sin embargo reconoce que dado que estas tres ideologías son las que están más presentes en los partidos políticos de México, "el cristiano laico debe ser muy lúcido para ver cual partido está más abierto al cambio, a la vez que modere su ideología con el mayor número de valores democráticos y de justicia social" (p.9).

Para definir, propone algunos criterios generales de acuerdo a la doctrina social de la iglesia: participación democrática de todos los ciudadanos; ejercicio honesto de cargos públicos, con sentido de servicio al bien común; sentido de riqueza; propiedad privada y bienes de producción; manera de llevar la empresa; derechos de los trabajadores; libertad religiosa; libertad de enseñanza; respeto a la vida y la integración personal; promoción de los más pobres (Votar con responsabilidad, 1983:10).[9]

De la interpretación que hace la jerarquía eclesiástica de la democracia, su contenido y las opciones políticas de los católicos, podemos concluir: primero, que tenía una visión bastante clara y coherente de lo que significa la democracia política; segundo, que veía claras opciones de participación por parte de la iglesia para la democratización de México; y, tercero, que se negaba a optar por algún partido político de oposición en particular.

Respecto al último punto arriba mencionado es importante enfatizar que a lo largo de la investigación no encontramos evidencia que sustentara la idea, tan comúnmente argumentada, de que la iglesia como organización estuviera apoyando al Partido Acción Nacional. Pudimos detectar, por el contrario, que el PAN apelaba a la religiosidad de los Chihuahuenses para fortalecerse como opción electoral.

Cabe decir, sin embargo, que a pesar de que la Iglesia católica no se proclamó a favor del PAN, el partido político que más se acercaba al catolicismo era, por mucho, Acción Nacional. Así, puede argumentarse que la afinidad entre esta iglesia y el PAN se debió fundamentalmente, al menos por parte de la jerarquía eclesiástica, indirectamente y por la afinidad de sus posturas ideológicas.

LA VISION DE LOS PARROCOS

Los resultados de una encuesta a los párrocos de Chihuahua a mediados de los ochenta nos indican algunas de sus opiniones respecto a los procesos electorales y la participación de la iglesia católica en ellos.[10]

Del total de los párrocos encuestados en Chihuahua,[11] el 93% declaró estar de acuerdo con que la iglesia ve con preocupación la sospecha persistente y generalizada de fraude electoral. Al mismo tiempo, los párrocos mostraron gran diversidad en cuanto a su preferencia por algún partido político. A la pregunta sobre si los programas de acción de los partidos de izquierda se identifican con los intereses de la mayoría de la población, 7% dijo estar de acuerdo y 77% en desacuerdo. Respecto a la aseveración de que ningún partido político representa los intereses de la mayoría de la población, 40% dijo estar de acuerdo y 37% dijo estar en desacuerdo. Respecto al PAN en particular, como aquel partido que representa los intereses de la mayoría de la población, 20% dijo estar de acuerdo y 30% en desacuerdo.

En relación a la participación de la iglesia en los procesos electorales, el 90% de los encuestados declararon que la gente se abstiene de votar porque siente que su voto no será respetado. Sin embargo, respecto a la pregunta en torno a la promoción de la defensa del voto como el medio más eficaz para promover los valores de la doctrina social de la iglesia entre la población, 40% declararon estar de acuerdo con esta afirmación y 23% en desacuerdo. En cuanto a la promoción de la defensa del voto como el medio más eficaz para que la iglesia desarrolle una acción en defensa de los grupos más pobres del país, la respuesta fue similar a la anterior, 40% declaró estar de acuerdo y 20% en desacuerdo. Por último, 47% de los encuestados dijo estar de acuerdo en que la iglesia debe preocuparse más por la situación de pobreza que por hacer pronunciamientos sobre elecciones (20%).

Respecto a la afirmación que sostenía que sin el apoyo de la iglesia ningún partido tiene oportunidad de incrementar substancialmente su influencia en los diferentes grupos sociales, 20% declaró estar de acuerdo y 50% en desacuerdo.

A pesar de que estas encuestas presentaron un alto porcentaje de no respuesta, los datos mencionados nos dan pistas en cuanto a la postura de los párrocos respecto a las elecciones, los partidos políticos y la participación de la iglesia católica en los procesos electorales. Datos que pueden resumirse en que los párrocos ven con preocupación la ausencia de elecciones competitivas; no tienen una postura homogénea a favor de un partido político en especial; y, consideran que la iglesia debe promover la defensa del voto, aunque debe preocuparse más por la situación de pobreza de la población que por las elecciones.

EL QUEHACER DE LOS CATOLICOS EN LOS COMICIOS

Si bien es cierto que la visión de la iglesia católica chihuahuense en torno a su posición en favor de unas elecciones competitivas era bastante homogénea, la participación de los diferentes grupos al interior de la iglesia fue diversa y tuvo, consecuentemente, diferentes niveles de impacto en los conflictos electorales.

Cabría hacer una diferenciación al interior de la iglesia católica que nos permita obtener mayor claridad en trono a la complejidad de instancias involucradas en este proceso. Habría que distinguir, por un lado, la participación de la alta jerarquía de la iglesia católica de norte y su relación con la Conferencia del Episcopado Mexicano, el delegado apostólico y el Vaticano; tomar en cuenta la postura de los párrocos; distinguir las tendencias al interior de los grupos católicos; y, por último, considerar como las distintas posturas fueron interiorizadas por los laicos en general. Utilizando estos diferentes niveles de análisis, podemos analizar la interacción entre la iglesia y la sociedad civil y entre la iglesia y el estado.

En términos generales, puede decirse que la iglesia católica tuvo una fuerte presencia en los procesos electorales de 1983, 1985 y 1986. Su participación fue particularmente notoria en las elecciones de 1986, que fueron las más conflictivas y las que se caracterizaron por un mayor grado de participación social. Esta participación decreció paralelamente con el decremento generalizado de la participación de los chihuahuenses hacia fines de los años ochenta.

En medio de las múltiples movilizaciones en oposición al fraude electoral de 1986, muchas de las cuales se articulaban a partir de organizaciones católicas, la alta jerarquía toma una serie de medidas encaminadas a apoyar las demandas de los chihuahuenses. Analicemos primero el papel de la jerarquía chihuahuense, para pasar después a discutir el papel de los laicos en los procesos electorales.

La Iglesia de la Región Norte: entre el Vaticano y el Estado Mexicano

Además de las declaraciones de la alta jerarquía en torno a la democracia en general y los procesos electorales en particular, cabe mencionar las medidas tomadas por la iglesia durante las coyunturas electorales de los ochentas.

Hubo un evento en particular cuyo análisis en sí mismo resultaría en muy buen estudio de caso sobre la relación entre la Iglesia católica nacional y la Iglesia Católica Romana. Limitémonos por ahora a mencionarlo como el evento más atrevido por parte de la jerarquía para oponerse al fraude electoral: la decisión de cerrar los templos el domingo 20 de Julio de 1986 en protesta por el fraude.

La otra acción que cabe mencionar por su relevancia fue que, en diciembre de ese mismo año y una vez que Fernando Baeza Meléndez, candidato del PRI, toma posesión como gobernador de Chihuahua, la iglesia inició la organización de los talleres sobre los católicos y la democracia.

La propuesta de cerrar los templos se planteó el 13 de Julio de 1986. Ese día la arquidiócesis de Chihuahua anunció que los templos sería cerrados el domingo siguiente como una medida para protestar contra la ofensa al pueblo de chihuahua por el fraude electoral. Esta medida fue tomada por el arzobispado, sin embargo, fue apoyada por el obispo de la Tarahumara, las Comunidades de Base de Chihuahua, la Comisión Diocesana de Religiosas y los laicos católicos, quienes reunieron firmas en apoyo al arzobispo para ser enviadas al nuncio apostólico en México (Información Procesada, Julio 13 y 15 de 1986:122).[12]

El domingo que se anunció la medida, el Arzobispo de Chihuahua de acuerdo con los otros Obispos Chihuahuenses, hizo leer en todos los templos una homilía común donde se hablaba de vejaciones, maltrato, burlas y desprecio al pueblo de Chihuahua, y denunciaba enérgicamente los hechos vergonzosos, la mentira, el fraude, el tortuguismo, la prepotencia de la fuerza pública, la suplantación de personas, el chantaje, las amenazas y toda suerte de arbitrariedades en el proceso electoral (Información Procesada, Julio de 1986:122).

La medida propuesta fue impedida por el Vaticano mediante la intervención del entonces delegado apostólico, Girolamo Prigione, quien después de hablar con el Secretario de Gobernación, Manuel Bartlett, se comunicó con el Vaticano.

Cuando los obispos supieron que el Vaticano les ordenaba abrir los templos el día 20 de Julio, argumetaron que si el Papa Juan Pablo II conociera la situación de Chihuahua, seguramente apoyaría la medida. Por esta razón, decidieron mandar una persona a Roma para personalmente darle al Papa un documento en el que explicaban la situación de Chihuahua.

El arzobispo Almeida Merino recibió una nota escrita de Roma unos días más tarde. En ella se argumentaba que, de acuerdo con la Ley Canónica, era ilegítimo suspender el culto. La iglesia obedeció al Vaticano y comunicó su decisión en la prensa de Chihuahua (Pérez Mendoza, Agosto 4, 1986:6-13; Monge, Agosto 11, 1986:16-17; Información Procesada, Julio 20 de 1986:123 y 126).

A pesar de que el Vaticano no apoyó la medida, un número considerable de obispos mexicanos expresaron su solidaridad con la iglesia del norte. La Conferencia del Episcopado Mexicano publicó un desplegado en el periódico en Jalisco, firmada por 19 obispos expresando su solidaridad con el clero Chihuahuense en favor de los derechos humanos (Información Procesada, Agosto 26, 1986:80; y septiembre,

1986:69-70).

La forma en que se resolvió negativamente en relación al cierre de los templos evidenciaba las limitaciones del clero norteño vis-a-vis el gobierno mexicano y el Vaticano. La jerarquía local se vio atada de manos para realizar acciones sociales en favor de las movilizaciones electorales.

Así, si las medidas tomadas por los obispos tuvieron algún impacto, fue fundamentalmente en la medida en la que hicieron pública su postura en torno a los procesos electorales y a los actores sociales involucrados.

Fue hasta diciembre de 1986 que la jerarquía emprendió nuevamente una iniciativa encaminada a incidir concretamente en el proceso político chihuahuense a favor de la democracia política: los talleres sobre los católicos y la democracia.

De acuerdo con su propia explicación, los talleres sobre los católicos y la democracia buscaban servir como instrumento para "reflexionar, a la luz de la fe y a partir de la realidad, sobre los valores que deben respetarse en una autentica democracia" (Información Procesada: diciembre, 1986:82)

La iglesia elaboró un documento que serviría de base para esta discusión, el cual planteaba cuatro temas fundamentales: (1) "la realidad social y económica que están viviendo los sectores mayoritarios de nuestra población nos confirman igualmente que la democracia en México es tan imperfecta que no ha logrado la justa distribución de los bienes culturales y materiales a que tiene derecho"; (2)"la iglesia católica en México, y particularmente la de Chihuahua, quiere acompañar al pueblo en ese éxodo hacia la libertad"; (3) "esa contribución de la iglesia se refiere, en cuanto a los laicos, a un compromiso decidido, individual y comunitario, en todos los niveles en que se lucha por la democracia"; y, (4) "a la jerarquía de la iglesia le corresponde acompañar a los laicos en esa noble lucha, ofreciendo el servicio del discernimiento, a la luz de la fe, para que sus acciones se apeguen siempre a todo lo que es bueno y justo".(Información Procesada: diciembre, 1986:82).

Uno de los objetivos de estos talleres era hacer una consulta amplia y profunda a todos los niveles de la iglesia, incluyendo a otras denominaciones cristianas y aun con la participación de no creyentes de buena voluntad. Los talleres se organizaron en 62 parroquias de Chihuahua.

Esta medida muestra una vez más como la iglesia católica tiende a encaminar su incidencia en las cuestiones sociopolíticas en los contextos en los que se desenvuelve pero lo hace principalmente mediante la organización y formación de los laicos.

Además de las líneas generales que plantearon públicamente, miembros de la jerarquía eclesiástica chihuahuense tomaron una postura respecto a cuestiones específicas conforme se desenvolvían los movimientos de oposición. Estas se plantearon fundamentalmente en dos niveles: no dar apoyo al PRI y a sus candidatos, y tomar una postura a favor de las medidas tomadas por miembros de la sociedad civil, principalmente la desobediencia civil y las huelgas de hambre de Luis Alvarez, entonces presidente municipal de Chihuahua, Víctor Manuel Oropeza, en un principio organizador de Partido Mexicano de los Trabajadores en Chihuahua, y Francisco Villarreal, empresario de Ciudad Juárez, demandando el respeto a la voluntad popular (Información Procesada, Julio 1, 1986:65). Estas huelgas de hambre, particularmente la de Luis Alvarez, se hicieron más y más significativas conforme pasaban los días en las movilizaciones postelectorales.

En cuanto a las medidas de desobediencia civil lidereadas por los panistas, algunos miembros de la jerarquía eclesiástica la apoyaron como una medida moralmente sostenible.

Dizán Vázquez Loya, director del Centro Diocesano de Comunicación que edita el semanario Notidiócesis, argumentó que la desobediencia civil era "un recurso pacífico, último recurso de un pueblo o un grupo oprimido que va, naturalmente contra leyes establecidas (leyes humanas) y que no puede reprobarse en sí mismo. Se justifica si existe una causa justa, si se guarda el respeto debido a las personas y sus derechos (Información Procesada, Mayo 10, 1986:74); es "una forma no violenta de protestar contra la injusticia, pero es al pueblo al que le toca decidir si la aplica o no a un caso concreto. Hay una doctrina de la Iglesia que desde una consideración general indica que se puede utilizar la desobediencia civil" (Información Procesada: mayo 14:74).

El 9 de julio de 1986, el arzobispo Almeida Merino declaró que había habido fraude electoral y que, por consiguiente, los candidatos seleccionados debían rechazar esas posiciones. Además justificó la campaña de desobediencia civil y abiertamente apoyó al MDC (Aziz, 1987:203). El obispo también exhortó a la gente a estar consciente de sus derechos y a trabajar para crear organizaciones independientes que contribuyeran a la defensa de sus derechos (Información Procesada, julio 12, 1986:121).

Esa participación de la jerarquía contribuyó a que el Estado planteara restricciones a los derechos políticos de los sacerdotes en el marco de la discusión de las reformas a la Ley Electoral hacia fines de 1986. En la propuesta se estipulaba una multa a todo aquel ministro de culto religioso que por cualquier motivo indujera al electorado a votar o actuar en contra de cualquier candidato o que fomentara el abstencionismo o el desorden como medida de presión (Información Procesada, diciembre 16, 1986:80).

La jerarquía eclesiástica se opuso a esta propuesta y expresó públicamente su desacuerdo. Sacerdotes y obispos en Chihuahua declararon que continuarían insistiendo en la defensa de los derechos humanos de la población (ver, Bénard, 1994:271-272).

De Vuelta a los Laicos

Las tendencias en la participación de los laicos y su impacto en los procesos sociales y políticos en los que participa se va diluyendo de las lineas generales de acción dictadas por la jerarquía. Mientras los obispos y los párrocos establecen lineas generales de acción y se mantiene al margen de la vida partidista, los laicos, aun cuando pueden tomar esos lineamientos como punto de partida, las interpretan y las instrumentan desde sus relaciones sociales particulares.

Un ejemplo de esto es la fuerte participación de miembros del Movimiento de Renovación en el Espíritu Santo, quienes formados dentro de la iglesia, se desprenden de ellos y se insertan en la vida política. El caso más evidente es Francisco Barrio Terrazas, actual gobernador de Chihuahua. Es muy factible que la decisión de Francisco Barrio por tener una participación activa en la vida política tuvo alguna relación con su participación en este grupo. Sin embargo, es posible analizar con mayor facilidad a los cuadros eclesiales que, en el caso de Chihuahua, tuvieron un impacto significativo.

Entre las organizaciones de inspiración católica que participaron activamente en los movimiento electorales de mediados de los ochenta se encuentran los siguientes. El Comité por la Democracia (Colude), con una amplia participación, y que conglomeraba un gran número de organizaciones tales como Barrios Unidos con Barrio y la Unión de Mujeres Solteras, los cuales habían sido organizadas por Francisco Barrio cuando fue presidente municipal de Ciudad Juárez (1983-1986). Otros grupos que incluía Colude eran la Coalición de Comités de Vecinos (CoCoVe), Comerciantes Unidos y Democracia (Cude), Jóvenes por la Democracia, Asociación Cívica de Empleados de Maquila, Desarrollo Humano Integral y Acción Ciudadana (DHIAC), y la Asociación Cívica Nacional Femenina, cuyos miembros eran casi en su totalidad esposas de empresarios (Lau, 1989:9; Contreras Orozco, 1987:203).

No todos los grupos que constituyeron Colude eran de filiación católica, sin embargo algunos sí y tenían una perspectiva política muy conservadora. Un ejemplo extremo era el de DHIAC, cuyo slogan en el pasado había sido "matar a un comunista no es un crimen, es un deporte". Esta organización, fundada en 1976, tiene delegaciones en varios estados de la república. Uno de sus líderes, Jaime Aviña Zepeda, fue el fundador del Comité Pro-Vida, una organización en contra de la legislación que permitiera optar por el aborto y apoyada por el entonces Arzobispo primado de México, Ernesto Corripio Ahumada. Además, líderes de DHIAC argumentaban que la administración de De la Madrid tenía tendencias de izquierda y ambiciones socialistas (ver Correa, Septiembre 22, 1986:15).

Pero, así como hubo organizaciones conservadoras involucradas en el proceso electoral de Chihuahua en 1986, también hubo grupos de tendencia mucho más liberal y miembros de la iglesia católica que también participaron. El caso más conocido fue el del sacerdote Camilo Daniel Pérez, párroco de Anahuac, una comunidad cercana a la ciudad de Cuauhtémoc.

Camilo Daniel Pérez organizó en marzo de 1986, junto con otros dos líderes (Antonio Becerra Gaytán, candidato del PSUM a la gubernatura y el presidente municipal de Cuauhtémoc, Humberto Ramos Molina), el Movimiento Democrático Electoral. El MDE invitó a todas las organizaciones, independientemente de su tendencia política, a unirse en un esfuerzo para defender sus derechos políticos. Entre las organizaciones que aceptaron participar estaban el PSUM, el PMT, las Comunidades Eclesiales de Base y Colude (ver, Lau, 1989:31, y Ortíz Pinchetti, Junio 23, 1986:16-17).

El MDE tomó una serie de medidas para pugnar por elecciones limpias. Antes de las elecciones del 6 de julio, el 25 de junio de 1986, 150 delegados y representantes del MDE se reunieron en Cuauhtémoc y planearon reuniones simultáneas tres días antes del día de las elecciones en los municipios más importantes de Chihuahua para demandar el respeto al voto. También anunció que formaría brigadas para vigilar las irregularidades el día de las elecciones (Ortíz Pinchetti, junio 30, 1986:18-21).

Unos días después de las elecciones, el 9 de Julio, el MDE realizó un mitin en la Plaza de Armas en Ciudad Chihuahua. Ahí se exhibieron testimonios, pruebas y denuncias del fraude electoral. La asamblea decidió formar un jurado popular (autónomo e independiente de cualquier partido político u organización) que pudiera evaluar a las elecciones con toda la evidencia que proveería la oposición. Después de esto, Camilo Daniel Pérez, Antonio Becerra Gaytán y Humberto Ramos Molina encabezaron una marcha al monumento a Francisco Villa (Bénard, 1994:223).

Como puede verse en esa multitud de organizaciones que participaron en el movimiento electoral de 1986, la postura de la iglesia católica, tal y como es planteada por la jerarquía, se interpreta y se lleva al terreno de la acción social por una gama de grupos e individuos en sus relaciones sociales actúan desde diferentes perspectivas, las cuales llevan a cobrar cierta autonomía de la institución eclesiástica en sentido estricto.

Más aun, en la medida en que los laicos pueden participar en cualquier partido político, es prácticamente imposible saber hasta qué punto su participación se alimenta de una concepción derivada de una fuente fundamentalmente religiosa o responde a otros sistemas de valores.

Cabe destacar, sin embargo, que la iglesia católica cobra un papel de fundamental importancia en la medida en que está planteando lineamientos morales y éticos a partir de los cuales desarrollar la acción social. Esto, en un contexto de crisis de paradigmas, puede tener un impacto importante, aunque no por ello único o necesariamente consecuente con los planteamientos generales a partir de los cuales la iglesia actúa.

Los Procesos Electorales después de 1986

La combatividad de la iglesia católica bajó de tono después de 1986. En los siguientes procesos electorales -- las elecciones presidenciales de 1988, las elecciones de 1989 para presidentes municipales y diputados locales, las elecciones de 1991 para diputados locales. Fue hasta las elecciones de 1992 -- que como en 1986 se elegían gobernador, presidentes municipales y diputados locales -- que dejó sentir su presencia pero de una manera mucho menos notoria. Su participación consistió, a partir del 8 de Julio, en realizar oración en todos los templos de Chihuahua con la esperanza de que el pueblo pudiera ejercer su derecho de votar responsablemente y lo hiciera pensando en el bien común.

La alta jerarquía también publicó un documento, firmado por los obispos de Juárez, Manuel Talamás, Nuevo Casas Grandes, Hilario Chávez Joya, Madera, Renato Asencio León, coadjutor de Juárez, Juan Sandoval Iñiguez, y José Fernández Arteaga, nuevo arzobispo de Chihuahua.

El documento argumentó a favor de la democracia y llamó a los Chihuahuenses a participar con un voto informado; también condenó nuevamente el voto cautivo y presionado por ir en contra de la dignidad humana (Cuéllar y Rueda, La Jornada, Julio 9 de 1986:8).

La iglesia católica nacional también tomó una posición. El presidente de la Comisión de Pastoral Social del Episcopado, Héctor González Martínez, dijo que la iglesia católica esperaba que los ciudadanos de Chihuahua y Michoacán ejercieran su derecho a votar, y que mientras los partidos perdedores aceptaran sus derrotas con honestidad, los candidatos ganadores respondieran positivamente al electorado (José Antonio Román, La Jornada, julio 10, 1992:7).[13]

CONCLUSIONES

De la presentación de la participación de la iglesia católica en las pugnas por la democracia que se suscitaron en Chihuahua entre 1983 y 1992, podemos mencionar una serie de conclusiones.

Cabe afirmar, primero, que los obispos de Chihuahua tenían una postura bastante homogénea, clara y articulada sobre la democracia política y estuvieron dispuestos a tomar medidas encaminadas a apoyar la pugna por la existencia de procesos electorales competitivos. Sin embargo, la intensidad en su participación fue muy desigual en los procesos electorales de 1983 a 1992; razón por la cual podemos afirmar que la participación eclesiástica va en relación directa con la intensidad de las demandas generalizadas de la población --a mayor grado de movilización social, mayor grado de participación de la Iglesia católica.

Es cierto que este "ajustarse" a la sociedad civil puede interpretarse como una medida de la iglesia católica para legitimarse frente a la comunidad católica y a la sociedad en general. Sin embargo, esto no descalifica el que su participación haya jugado un papel importante como un agente social que contribuyó a la democratización de la vida política del Chihuahua contemporáneo.

Cabe notar, sin embargo, que la fuerte participación de la jerarquía eclesiástica en los momentos conflictivos de la vida política y social de Chihuahua, contribuyeron a que la iglesia católica romana tomara medidas encaminadas a controlar las actividades de los obispos del norte. Tanto al arzobispo de Chihuahua como el obispo de Juárez se les asignó, antes de su reciente jubilación, un obispo coadjutor. El de Ciudad Juárez fue Juan Sandoval Iñiguez y el de Ciudad Chihuahua José Fernández Arteaga. A esto se aunó la muerte del obispo de la Tarahumara, José Llaguno, y la reciente designación de un obispo no jesuita en esta región. Tres miembros claves de la Iglesia católica en las movilizaciones en pro de los derechos ciudadanos de los chihuahuenses prácticamente desaparecieron de la escena a principios de los noventa.

Podemos afirmar, sin embargo, que el catolicismo ha tenido un papel fundamental en este proceso de cambio político en chihuahua. Lo anterior se deriva no sólo de la participación de la jerarquía durante las movilizaciones electorales, sino también del papel preponderante que ha tenido en la formación de organizaciones de laicos, las cuales han contribuido a la formación de líderes -- el caso de Francisco Barrio es el más evidente -- y, en el momento de las movilizaciones, han servido como redes organizativas para oponerse al Estado.

Lo anterior nos lleva a plantear dos cuestiones fundamentales del papel de la iglesia en el proceso de democratización chihuahuense. Primero, que las redes organizativas de la iglesia pueden servir como un punto de partida para ampliar y constituir espacios de participación en la sociedad civil, que institucionalizados pueden servir de contrapeso al poder del Estado y contribuir a la democratización de la participación política en la región. Estas pueden formar parte de la corporación eclesiástica, pero también pueden cobrar autonomía respecto de ella y cristalizar como organizaciones intermedias entre los individuos y el Estado.

Segundo, dada la diversidad de posturas al interior de la iglesia, y a las modalidades en su interpretación que realizan los diferentes grupos sociales y la ciudadanía en general, el componente católico en las movilizaciones en pro de la democracia contribuyó, ante todo, enfatizando la dimensión ética del discurso político. Esto es un elemento de fundamental importancia en el ejercicio de la política en el México contemporáneo ya que una de las consecuencias de la fuerte tradición autoritaria en el país ha sido el deterioro del sistema de valores que de una fundamentación última al quehacer político --la democracia requiere de un mínimo de lineamientos éticos que permitan a los miembros de una comunidad política delegar en sus representantes las funciones de gobierno.

Pero maticemos este optimismo. La presencia de organizaciones muy conservadoras de laicos, tales como las que participaron en las movilizaciones electorales, aunada a la fuerte participación de los empresarios locales y el Partido Acción Nacional han confiado a este proceso una tónica tradicional, conservadora y que tiende a representar más a las clases medias y altas del Estado de Chihuahua.

A pesar de lo anterior, la presencia de algunos rasgos democráticos en el estado ha permitido el florecimiento de opciones tendientes a favorecer a otras capas de la población. El caso del Movimiento Democrático Campesino es el más evidente. Además, este trabajo se ha circunscrito a la participación de la iglesia católica en los procesos electorales. Sin embargo existen otros ámbitos de la realidad social de Chihuahua en las que la Iglesia también ha tenido una presencia considerable, tales como la participación de las CEBs en conflictos sindicales y de campesinos -- como por ejemplo en Cuauhtémoc con Camilo Daniel y con los obreros en huelga de la empresa Aceros de Chihuahua -- y de los obispos, sacerdotes y laicos en la formación de la Comisión de Solidaridad y Defensa de los Derechos Humanos, cuyo presidente fue José Llaguno. Esta última, creada a finales de 1988, ha tenido un papel importante e la defensa de los derechos humanos de los chihuahuenses.[14]

Diremos, para concluir, que una cuestión de fundamental importancia en torno a la participación de la Iglesia católica chihuahuense en las mobilizaciones electorales, muy particualrmente la de 1986, fue que resultó ser un detonador clave en la redefinición de la relación entre las iglesias y el Estado Mexicano que cristalizaron en los cambios a la Constitución en 1992 (ver, por ejemplo, los argumentos de Blancarte, 1994; Olimón, 1990; y Camp, 1994).

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